Quién era ella, dónde fue, a qué hora y si hubo testigos es algo inverosímil a estas instancias de la situación. Baste mencionar que habíamos tomado en demasía y ella estaba frente a mi haciendo preguntas que sólo servían para agrandar las emociones y confusiones que en mí se forjaron desde algunos días atras.
Al final, acorralado y sabiendo que no había salida fácil opté por decir algo al vuelo:
- Me lastimas.
- Yo no te lastimo -espetó casi con indiferencia- Tú te lastimas sólo.
Me quedé callado.
Incapaz de articular palabra alguna un único pensamiento pasó por mi cabeza: el adagio es cierto, los borrachos siempre dicen la verdad.
Muy verdadero todo pero cuando hay alcohol no se piensan las cosas...
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