sábado, 8 de octubre de 2011

Un diamante en mi corazón

El asistir obligaba a trabajar de noche por salir temprano del trabajo. El plan inicial era asistir dos días antes pero la lluvia había llegado sin invitación muy puntual a la cita y el juego fue suspendido en dos ocasiones. Por fin, el cielo se abrió un poco, se anunció que el partido se celebraría en tiempo y forma y decidimos, de última hora ,hacer efectivos los boletos que habíamos comprado.


Tuve que trabajar en el camino para ganar tiempo. Entre coches, arrancones y semáforos fui corriendo queries mientas veía como una nube obscura nos acompañaba. Parecía que tampoco quería perderse la guerra civil.


Llegamos a tiempo y caminamos por la pista del autódromo, aquella donde Rodrigo y Gabriela me sacaron una lágrima, donde entrené para el triatlon de Teques. Puerta cinco, sección verde. Estas butacas tienen una deuda conmigo. La última vez fue para oir a Roger Waters con el corazón destrozado, destrozado como nunca lo he vuelto a tener en la vida. Toco madera.


Por primera vez en mi vida ví el Foro Sol sin alfombra. Esa inmensa mancha negra fue removida y lo que siempre yació debajo, por fin salió a relucir. Es increible que todas esas veces esa cancha haya estado ahí y yo ni en cuenta. Viendo las butacas casi llenas no dejaba de pensar en que nunca podré ir a ver un Diablos vs Tigres en el Parque del Seguro Social. El consumismo nos alcanzó y la casa del rey de los deportes ha sido reemplazada por una genérica plaza donde la mayoría de las personas no tiene ni idea de porqué el estacionamiento se divide en bat, pelota, guante, entre otros. Es tan triste como que bailen una canción cantando "Barbara Streisand" sin saber que no es Barbara sino Barbra, y que nadie tenga idea de que en realidad existe. En fin.


Se gritó el playball y uno a uno los lanzamientos del pitcher diablo llegaron a home. Me convertí en umpire y a 50 metros de distancia cantaba lo mismo que el señor que estaba allá abajo, según yo claro. Familias enteras, oficinistas, niños y hasta un acapulqueño están sentados chiflando cuando se marca ball en vez de strike. Los vendedores  ofrecían refrescos, cigarros, donas, sopas, y claro, cervezas. Por atrás se oyó un grito infantil: "vine a ver beisbol, no a los vendedores". Risas instantáneas.


Home run de Diablos, otro de los Tigres. EL pitcher escarlata salió en un mal día y el juego se puso muy parejo. Mis vecinos comentaban sobre la importancia de cambiar al jugador. "Está descontrolado". "No tiene confianza". "No podemos perder este juego". De repente se oye un "Chiquitibum .. a la bio ... Diablos, Diablos, ra ra ra". Nunca había escuchado esa porra en un estadio. Fue como entrar en el túnel del tiempo y estar en plena década de los 70's. Podía sentir ese ambiente en el lugar. Con un poco de imaginación me imaginé al mago Septien narrando el partido, contando anécdotas, derrochando saber.


Quinta entrada y aquella nube se cansó de ver fallar a su equipo. Enojada se puso a llorar y el partido, otra vez, suspendido. A salir con el impermeable que mi muy precavida esposa guardó en mi mochila. Tan bella ella. El pedazo de hule de $60 paga con creces su costo al ver como mi jefe se moja completamente al usar uno de $10.


Al otro día por radio oigo la reanudación del encuentro y me entero de que pierden el juego. Ese mismo día juegan otro partido y lo vuelven a perder. Adiós al título de  liga.


No importa, habrán perdido un campeonato, pero han ganado un fan.


"Chiquitibum .. a la bio ... Diablos, Diablos, ra ra ra"








miércoles, 7 de septiembre de 2011

1+1=1

La caminata es corta pero empiezo a desesperarme. Llevo media día de trabajo y no he avanzado ni la mitad de lo que pensé. Los contratos no estarán a tiempo para enviarse hoy. Una cuadra, dos, tres y mis zapatos empiezan a molestarme. Seguramente ya tengo una ampolla en el pie. O dos. Oigo su voz y recuerdo que estoy acompañado. Sin mirarla, asiento a lo me dice. No debo ser grosero, acompañarme no es una molestia que alguien se tome muy a menudo.

Llegamos al restaurante. Lo que me faltaba: lista de espera. Tantas cosas en la cabeza arruinan la conversación. Tal vez si reviso las condiciones del primer acuerdo pueda entender el último contrato. Silencio incómodo. La solución está en el bolsillo. Cada uno con su respectiva blackberry y el momento se hace menos incómodo. Benditos aparatos, acortan las distancias y alejan la comunicación.

Un momento por favor. Ya llevo diez y contando. Al fin, una mesa, sillas y menú. Traiga lo que sea. No. Demasiado grosero. Finjo ver el menú con detenimiento y pido un paquete tres. Otro silencio. Cierto, somos dos. “Un paquete uno para ella”. Entre la toma de pedido y el arrivo de los alimentos, la siempre forzosa plática. Saco una historia de la chistera. Las tengo tan practicadas que no fallan. Podría recitarlas con los ojos cerrados y a solas.  Diez minutos y la comida no llega. ¿Diez minutos para una sopa?  Mientras espero, veo a través de la ventana como la gente camina, rie, compra y no se dan cuenta de que un absorto yo los observa. Si se dieran cuenta daría lo mismo. No les importo y ellos tampoco a mí.

Llega la comida. Insípida. Me dedico a masticar y rápidamente veo que en minutos trés platos se han esfumado mientras mi acompañante aún no termina con el primero. Sigo simulando seguir su plática. Creo que no traigo efectivo. Tendré que usar una tarjeta. ¿Cuál tiene el corte más lejano?. Atención, debo poner atención. Lo intento. No puedo: es la sexta vez que lleva su mano derecha hacia su hombre izquierdo y se acomoda su blusa. ¡Seis veces en 23 minutos! ¿Porqué diablos no se compran prendas de su talla? Quien no se está acomodando la blusa, se está subiendo el pantalón.  Tranquilo, respira; lo pienso mientras en mi cabeza hago del silencio mi verdadero compañero y yo de ella su comparsa.

Al fin llega el momento. Me pregunta pero no sobre sus ideas sino sobre mis tiempos de adolescencia. Siento el clic dentro de mí. La caja de Pandora abre un resquicio y las palabras empiezan a salir. Ocasionalmente ella regresa a la charla y me da cuerda como si fuera muñeco. Una idea tras otra se van hilando y con poco tacto me confiesa que hasta hace unos días fui un ser invisible a sus ojos. Meses sentada a metros de mí y no sabía ni de mi nombre ni de mi existencia. Siento un golpe en el pecho. Dentro, muy dentro. La caja se abre por completo. Siento la necesidad de hablar. Me decido a hacerlo no importando que ahora ella sea quien se convierte en la comparsa. Hablo tanto que pierdo la coherencia. Pierdo los puntos y  hasta la conversación. No importa. He decidido llegar a las lágrimas si es necesario. El ermitaño hosco en el que me he convertido empieza a ceder.

De repente me interrumpe. Eres raro. ¿Raro?”. Diferente. ¿Por ejemplo?”. Siempre estás preocupado. ¿En serio?”. Siempre estás pensando en algo y pareces preocupado. Es la imagen que siempre tengo de ti”. “Eso me preocupa. Ríe y casi tira su comida. “¿Perdón?”. “Te preocupa estar preocupado”.

Dice algo más pero en mi cabeza se repite la frase: “Te preocupa estar preocupado”. Volteo a la ventana y miro de nuevo a la gente pasar. Yo no les importo y ellos tampoco a mí: ahora tengo una nueva cosa en qué pensar

domingo, 21 de agosto de 2011

"Una vida" por Gerald Martin. Mi acercamiento a Gabriel García Márquez.



"Muy buen trabajo a pesar de lo limitado de los ejemplos" Así rezaba el comentario final de mi trabajo final de tercero de secundaria. "... lo limitado de los ejemplos". Tardé meses en investigar, leer, recopilar, escoger y finalmente mecanografiar un antología literaria. Una máquina de escribir Olivetti, eléctrica por aquello del corrector automático, fue mi compañera y confidente durante esa tarea que a mis catorce años resultaba titánica. Si bien, en realidad los ejemplos eran pocos, hubo uno que añoré transcribir desde el principio de mi investigación: la primera página de "Cien años de soledad". Recuerdo encontrado el fragmento en mi libro de texto y haberlo leído decenas de veces en todo el año escolar. Me parecía increible cómo una simple página pudiera causarme tanto revuelo mental. Mariposas amarillas revoloteaban en mi mente tras cada leída.

Tardé más de cinco años para animarme a leer el mejor libro del Gabo y justo lo terminé el último día de mis vacaciones familiares, aquellas donde festejamos mis 19 primaveras. De ahí en adelante los libros de GGM han sido obligados en mi andar literario. Sin embargo, leerlos no significa entenderlos y mucho menos entender al autor. Aún a la fecha sigo encontrando nuevas cosas y sigo creyendo que mientras más lo leo, menos lo conozco.

Durante mis últimos meses de soltero, Carmen Aristegui me dió (en realidad a todo su auditorio aunque me gusta imaginar que fue sólo a mí) la primicia de la publicación de la biografia "autorizada" de GGM. Leyó un parrafo y nuevamente quedé prendido como otrora. Imaginarme a Gabo con Mercedes, su esposa, sin un peso en la bolsa y enviando el borrador de "Cien Años de Soledad" por correo es una imagen que me impactó y me invitó a conseguir el libro cuanto antes. La economía de un desempleado es frugal, así que las ganas por tener el libro en mis manos tuvieron que ser sofocadas. Pasaron un par de años y por azares del destino, que me llevaron a la última Feria Internacional del Libro, compré en oferta el dichoso libro. Lo guardé un par de meses y por fin, en mayo de este año, salió de su empaque.

Sinceramente me dió miedo al inicio. Entronizar a un hombre y luego volverlo a hacer mortal no es sencillo. Gabo para mi es un sueño, un ídolo, un héroe. Así que para alguien tan fanático como un servidor, el tener un acercamiento más íntimo conlleva un riesgo doble: por una parte, el bajar del altar al escritor al verlo como una persona y no como un ídolo; y por otra, tener argumentos más "sólidos" para enaltecerlo aún más. Break point. Por fin, me armé de valor y madurez e intenté abril el libro con la más completa imparcialidad que fui capaz de juntar. El resultado: un deleite de lectura.


De mediados de mayo a principios de agosto me dediqué en cuerpo y alma a leer el compendio de más de 600 hojas de biografía y de más de 800 referencias bibliográficas. Hubo un momento en el que realmente me sentí desesperado e incluso atorado, sobre todo al inicio del libro. Pero una vez que llegué a los capítulos que se refieren a su vida en mi querido país, todo fue fluyendo con naturalidad.

La biografía, si bien es benévola con el ganador del Nobel de 1982, lo muestra como un ser humano capaz de equivocarse, de vivir sin un peso, de vivir de la caridad no pedida, de romper el corazón de una mujer. El libro es un viaje a entender a sus personajes desde su infancia misma, incluso desde antes de su nacimiento. Su niñez, su adolescencia, su juventud son partes necesaria para entender como este narrador de historias transforma su realidad y sus recuerdos en novelas que pasarán a la posteridad como novelas inmortales. Sus relaciones políticas, su forma de describirse a través de sus novelas, sus amistades y enemistades con Vargas Llosa, Fuentes, Neruda, Castro, Torrijos, Salinas; son pequeñas piezas de un rompecabezas que ha sido su vida, una vida que sin lugar a dudas ha sido ejemplar. No cualquiera defiende un ideal cuando el mundo entero está en contra de este. No cualquiera se mantiene impertérrito ante la crítica y los comentarios mordaces. No cualquiera abandona todo por seguir un sueño.


García Márquez es el Cervantes americano y "Cien años de Soledad" es el Quijote de hispoanoamérica. No lo digo yo, lo dice el mundo que coincide con el imberbe deseo que tuve en mi pubertad: que Gabo fuera el más grande escritor de nuestra historia. Hoy para mí, después de leer su vida, y como desde que tenía 14 años, lo es, claro que lo es, a pesar de lo limitado de los ejemplos.

sábado, 13 de agosto de 2011

LA LEY DEL TOPE

Hoy he empezado una nueva rutina. Cada noche antes de dormir leeré un capítulo del libro "Las 21 leyes irrefutables del liderazgo". Ya que esta información es demasiado valiosa como para no compartirla, me permitiré dejarles algunos fragmentos. Espero les guste.

1.- LA LEY DEL TOPE


  • La capacidad de liderazgo es el tope que determina el nivel de eficacia de una persona. Cuanto menor es la capacidad de dirigir de un individuo, tanto más bajo está el tope de su potencial.
  • Cuanto más alto desee escalar, tanto más necesitará el liderazgo. Lo que alcance estará restringido a su capacidad de dirigir a otros.
  • Aumentar la eficacia tiene dos aristas: incrementar la dedicación al éxito y aumentar el nivel de liderazgo.
  • Si el liderazgo es fuerte, el tope es alto, pero si no lo es, entonces la organización es limitada.

En pocas palabras. De nada sirve trabajar con fuerza, dedicación y entrega si no se es capaz de dirigir a los demás. El empeño que le ponemos a las cosas no es el principal tope con el que nos encontramos, es nuestra capacidad de liderazgo.

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