El asistir obligaba a trabajar de noche por salir temprano del trabajo. El plan inicial era asistir dos días antes pero la lluvia había llegado sin invitación muy puntual a la cita y el juego fue suspendido en dos ocasiones. Por fin, el cielo se abrió un poco, se anunció que el partido se celebraría en tiempo y forma y decidimos, de última hora ,hacer efectivos los boletos que habíamos comprado.
Tuve que trabajar en el camino para ganar tiempo. Entre coches, arrancones y semáforos fui corriendo queries mientas veía como una nube obscura nos acompañaba. Parecía que tampoco quería perderse la guerra civil.
Llegamos a tiempo y caminamos por la pista del autódromo, aquella donde Rodrigo y Gabriela me sacaron una lágrima, donde entrené para el triatlon de Teques. Puerta cinco, sección verde. Estas butacas tienen una deuda conmigo. La última vez fue para oir a Roger Waters con el corazón destrozado, destrozado como nunca lo he vuelto a tener en la vida. Toco madera.
Por primera vez en mi vida ví el Foro Sol sin alfombra. Esa inmensa mancha negra fue removida y lo que siempre yació debajo, por fin salió a relucir. Es increible que todas esas veces esa cancha haya estado ahí y yo ni en cuenta. Viendo las butacas casi llenas no dejaba de pensar en que nunca podré ir a ver un Diablos vs Tigres en el Parque del Seguro Social. El consumismo nos alcanzó y la casa del rey de los deportes ha sido reemplazada por una genérica plaza donde la mayoría de las personas no tiene ni idea de porqué el estacionamiento se divide en bat, pelota, guante, entre otros. Es tan triste como que bailen una canción cantando "Barbara Streisand" sin saber que no es Barbara sino Barbra, y que nadie tenga idea de que en realidad existe. En fin.
Se gritó el playball y uno a uno los lanzamientos del pitcher diablo llegaron a home. Me convertí en umpire y a 50 metros de distancia cantaba lo mismo que el señor que estaba allá abajo, según yo claro. Familias enteras, oficinistas, niños y hasta un acapulqueño están sentados chiflando cuando se marca ball en vez de strike. Los vendedores ofrecían refrescos, cigarros, donas, sopas, y claro, cervezas. Por atrás se oyó un grito infantil: "vine a ver beisbol, no a los vendedores". Risas instantáneas.
Home run de Diablos, otro de los Tigres. EL pitcher escarlata salió en un mal día y el juego se puso muy parejo. Mis vecinos comentaban sobre la importancia de cambiar al jugador. "Está descontrolado". "No tiene confianza". "No podemos perder este juego". De repente se oye un "Chiquitibum .. a la bio ... Diablos, Diablos, ra ra ra". Nunca había escuchado esa porra en un estadio. Fue como entrar en el túnel del tiempo y estar en plena década de los 70's. Podía sentir ese ambiente en el lugar. Con un poco de imaginación me imaginé al mago Septien narrando el partido, contando anécdotas, derrochando saber.
Quinta entrada y aquella nube se cansó de ver fallar a su equipo. Enojada se puso a llorar y el partido, otra vez, suspendido. A salir con el impermeable que mi muy precavida esposa guardó en mi mochila. Tan bella ella. El pedazo de hule de $60 paga con creces su costo al ver como mi jefe se moja completamente al usar uno de $10.
Al otro día por radio oigo la reanudación del encuentro y me entero de que pierden el juego. Ese mismo día juegan otro partido y lo vuelven a perder. Adiós al título de liga.
No importa, habrán perdido un campeonato, pero han ganado un fan.
"Chiquitibum .. a la bio ... Diablos, Diablos, ra ra ra"